Si bien es cierto que ante la enfermedad, la incertidumbre y
el temor a la muerte hay silencio, como se plantea en La peste, la pandemia del COVID-19* en nuestro país y en el mundo se llenó de sonidos, imágenes, palabras, todas marcas significantes presentes en el encierro de cuatro paredes por obra de las mediatizaciones actuales, muchas de ellas no existentes todavía en situaciones con algún grado de semejanza como la denominada Gripe Española que, entre 1919 y 1920, mató a millones de personas.
Hoy la pandemia se ha corrido del dentro de la escena, en buena medida porque la ciencia, un dios moderno sospechado, desarrolló en tiempo récord la vacuna que inmuniza contra la enfermedad y los gobiernos, otro dios sospechado, la expandieron con celeridad y en forma gratuita. Sin embargo, en línea con los conceptos de
la ecología de los medios, han permanecido las aceleraciones, acentuaciones, acumulaciones, transformaciones, interrupciones y recuperaciones que el acontecimiento mundial introdujo en las mediatizaciones.

En un proceso sin pausa y con un mojón fundamental a partir de la digitalización, Internet y las plataformas, las más diversas actividades de la vida han sido atravesadas por las mediatizaciones, de un modo más intenso todavía que el que planteaba Eliseo Verón cuando decía que, a diferencia de la sociedad mediática, en la sociedad mediatizada el funcionamiento de las instituciones, de las prácticas, de los conflictos, de la cultura, se estructura en relación directa con los medios (2001). Más de una década después, Stig Hjarvard utilizaba la misma noción al definir a la mediatización como los cambios estructurales que hacen que distintas instituciones y ámbitos sean dependientes de los medios de comunicación (2016). Por su parte, y en una relación recursiva, se reconoce que las mediatizaciones saturan cada vez más los dominios sociales, que se está transformando drásticamente y al mismo tiempo (Hepp, 2020).
Esta estructuración que se venía observando en el trabajo, en el entretenimiento, en los vínculos interpersonales, en la política, se ha complejizado en un mundo que los autores prefieren denominar “multimedia” (Couldry, 2012), “polimedia” (Madianou, 2014), de hipermediatización (Carlón, 2016) o de “deep mediatization” (Hepp,
2020). Hoy, luego de la pandemia y cuando ha pasado bastante tiempo de los momentos más altos de propagación del COVID-19 con el denominado lockdown , ya podemos decir que se han instalado modalidades on line que se expandieron o se iniciaron durante la pandemia. 

(Fragmento de la introducción)